Todas las
mañanas tomaba el café en la misma mesa, escribía en una pequeña libreta con
sus gafas negras de pasta y un bolígrafo morado de diseño, con un aire
intelectual que a él le fascinaba y le hacía imaginar historias todos los días,
y concentrada en sus letras, no reparaba en que el chico vivía día a día nutrido y alimentado por ese momento de cada jornada en el que la podía ver… Y entonces soñaba…Y
entonces se enamoraba…Y entonces ella se levantó, recogió sus cosas y tras
pagar se marchó…Él se acercó a la mesa para recoger la taza ya vacía y al lado
del servilletero encontró un papel escrito de su puño y letra que cogió y sin
pensarlo dos veces leyó…
“A veces
surge de la nada, punzante, profunda y trasnochada…Me hace desvanecer, me coge
de sendos tobillos, me hace girar y me lanza como un puto objeto vendido a su
suerte y transportado por la vía rápida al cementerio del amor, respirando en el trayecto un desamparo
vital que me recuerda que nuestra relación es un amor-odio irreparable y
tremendamente bello…Punzante, profunda y trasnochada…Pero sobre todo intensa y
eterna…
A veces surge
de la nada y entonces sé que está siempre conmigo, aunque la evada, se esconda
o ambas disimulemos…
Siempre,
siempre está conmigo…”